Amor errante (poema)

Hijo, en tu busca, cruzo los mares: La olas buenas a ti me traen: Los aires frescos limpian mis carnes De los gusanos, de las ciudades; Pero voy triste, porque en los mares Por nadie puedo verter mi sangre. ¿Qué a mí las ondas mansas e iguales? ¿Qué a mí las nubes, joyas volantes? ¿Qué a mí los blandos juegos del aire? ¿Qué la iracunda voz de huracanes? A éstos —¡la frente hecha a domarles! ¡A los lascivos besos fugaces De las menudas brisas amables, Mis dos mejillas secas y exangües, De un beso inmenso siempre voraces! Y ¿a quién, el blanco pálido ángel que aquí en mi pecho las alas abre y a los cansados que de él se amparen y en él se nutran busca anhelante? ¿A quién envuelve con sus suaves a las nubosas mi amor errante? Libres de esclavos cielos y mares, ¡Por nadie puedo verter mi sangre! Y llora el blanco pálido ángel: ¡Celos del cielo llorar le hacen, que a todos cubre con sus celajes! Las alas níveas cierra, y ampárase De ellas el rostro inconsola...