Muerte en Venecia (poema)
la llevan a pasear 
como a una novia. 
Por entre dos azules 
la góndola luctuosa 
                           se desliza, 
revestida de lentos terciopelos, 
y apenas se percibe 
                           el leve golpe 
de un remo y otro remo. 
La sigue, despaciosa, 
tal un jardín flotante,
la que porta el adiós
                            hecho de rosas
de los amigos.
Y cierran los dolientes
                           el cortejo,
que se pierde en el mar.
Los acompaña,
con un dedo en los labios,
el silencio.
No lejos la isla espera.
Tras el muro rosáceo
                            que la ciñe,
suben, altos y oscuros, 
                            los cipreses.
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Meira Delmar
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Meira Delmar

